Sobre
la marcha hacia Las Tunas y las peripecias vividas durante ella, dejó
constancias Máximo Gómez en su Diario de Campaña:
“Emprendí
marcha para las Tunas con una columna como de 300 hombres, con el tiro de la
carabina algunos, y una impedimenta de más de mil almas entre niños y mujeres y
gente inútil y enferma, que huyendo de la fiereza de los españoles, se
amparaban en nuestras fuerzas. El camino que tenía que hacer era peligrosísimo,
pues que, las columnas enemigas avanzando hacia al centro en movimientos
paralelos, todo lo invadían al mismo tiempo que iban dejando establecidos sus
campamentos en los puntos más importantes de recursos y de paradas. Sin embargo
hice mi marcha sin novedad, valiéndome de todas las precauciones que exigía la
situación para evitar un descalabro. Yo mismo, personalmente, con dos o tres
hombres, iba explorando mi camino teniendo a cada instante quehacer alto para esperar
que pasara el enemigo y otras veces desviar el rumbo”.
Otra
vez del diario de Calixto García:
“Gómez
lo mismo que yo y todos los demás oficiales, habíamos perdido nuestros caballos
y no llevábamos más ropa que la puesta. En los continuos asaltos que habíamos
sufrido se habían dispersado los asistentes llevándose con ellos hamacas,
frazadas, etc. En dos días hicimos 30 leguas. Yo, poco acostumbrado a andar a
pie, hice la última jornada con los pies despedazados, sólo me hacía caminar el
instinto de salvación pues de habernos
cansado hubiera tenido que quedar a merced del enemigo por aquellos lugares.
“Por
fin llegamos a la Cañada de la Piedra, campamento de Luis Figueredo”.
Diario
de Máximo Gómez:
“[…] al cuarto día de una marcha tan angustiosa, rendí la jornada en Laguna de
Piedra, en cuyo punto tenía su campamento el General Luis Figueredo. Allí
recibí algunos auxilios de éste Jefe, descansé dos días […]”
Diario
de Calixto García:
“En
toda esta larga retirada debimos nuestra salvación al Ciudadano Miguel Cardet,
que nos sirvió de práctico y gracias a él pudimos atravesar la línea de campamentos que tenía
el enemigo para impedirnos el paso. Este
buen patriota encontró su muerte un año
después en la costa de Cauto a manos de los cubanos, por una lamentable equivocación[1].
“Llegamos
por fin a Las Tunas. Este lugar aún no había sido invadido por el enemigo y se gozaba en él de una paz
victoriana[2].
Las familias vivían aun en sus casas
como en tiempo normal y se bailaba como si no existiera la guerra. Esto era muy
común en los principios de nuestra lucha en que el espíritu de localidad hacía
que las fuerzas de un distrito no salieran
de él aunque fuera exterminado el vecino. Gracias a esto pudo Valmaseda batir en detalle
nuestras fuerzas. Sólo la desgracia común pudo unirnos a todos y destruir el
espíritu de pueblo, pero eso no resultó hasta el 73 y aun hoy cuesta trabajo
hacer salir algunas fuerzas de su zona para operar en otra, dónde el jefe cree
es más conveniente[3].
Cuántos males nos ha acarreado aquel sistema es
inútil enumerarlo, baste decir que los españoles con poco
considerables fuerzas, lograban pasearse
por todo el territorio de la república sin
encontrar quien les hiciera frente de una manera formal.
Diario
de Máximo Gómez:
“[…]
continué mi marcha hasta las inmediaciones de las Arenas, donde hice entrega de
la columna al General Vicente García, con el entonces Brigadier Calixto García
a la cabeza; [mis hombres] fueron a acampar a la Herradura y yo seguí a la
residencia del Gobierno, en el “Ojo del Aguade los Melones”.
Diario
de Calixto García:
“Ya
en las Tunas marchó Gómez para el Gobierno quedando yo con las fuerzas a las
órdenes del General Vicente García[4].
Este jefe me mandó a acampar en la
Herradura en cuyo lugar, y los de la Luisa y Palenque; tuve que
resistir la invasión de Valmaseda sobre las Tunas.
Estaba
la tropa que Gómez le había confiado a Calixto en La Lima cuando el enemigo los
ataca. Es enconado el encuentro, pero el holguinero quiere y consigue
sostenerse en el lugar donde debe esperar a su Jefe.
Gómez,
mientras tanto, estuvo con el Gobierno dos días durante los que no le
transmitieron orden importante ninguna y por eso el general se reúne con
fuerzas cubanas que actuaban en los alrededores y los acompaña a hacer
incursiones sobre el enemigo, luego regresa y descubriendo que hay dilación y
que el Ejecutivo no termina de decidir lo que había que hacer y porque tiene
noticias de que sus hombres eran atacados constantemente en La Herradura, donde
los había dejado y donde lo esperaban, hace gestiones tratando de hacer que
vieran lo conveniente que era que él invadiera a Jiguaní, para entonces
pacificado por Valmaseda y que el General Modesto Díaz, que también estaba en
Las Tunas, marchara sobre Bayamo, y más porque había desembarcado la expedición
del “Anna” y con lo que trajo se habían pertrechado las tropas. Si conseguían
poner en pie de lucha nuevamente a Jiguaní y Bayamo, harían fracasar el plan del
principal Jefe español que lo era arrollar las fuerzas insurrectas hacia el
centro de la Isla; pero, dice Máximo Gómez, “el Gobierno con su característica
inercia no fue activo en sus determinaciones, y yo y el General Díaz volvimos a
emprender marcha hasta fines de Febrero”.
[1] Miguel Ramón Cardet y Zayas, primo
del general Julio Grave de Peralta. Fue enviado por este para entregarle parque
a las fuerzas de Máximo Gómez que actuaban en la brigada oriental de Holguín
mientras Grave de Peralta lo hacía en la occidental. Después de una verdadera
odisea encontró a las tropas de Máximo Gómez y les sirvió de práctico. En 1872 estando en una misión de
exploración en Pedregalón del Cauto bajo las órdenes de Gómez fue confundido
por sus compañeros
con el enemigo y muerto. Tenía el grado
de capitán del Ejército Libertador en el momento de su fallecimiento.
Este tipo de equivocación en ocasiones ocurrían pues los llamados guerrilleros
utilizaban la misma indumentaria y táctica de los mambises y en ocasione
lograban sorprenderlos, por lo que las fuerzas cubanas se encontraban en
permanente estado de alarma y tensión.
[2] La gran ofensiva iniciada en 1869
por los españoles bajo el mando del general Blas de Villate y conocida por los
mambises como Creciente de Valmaseda, se inició en Bayamo. Luego iría avanzando
hacia las demás jurisdicciones hasta alcanzar la de Tunas.
[3] Es interesante como al analizar el
regionalismo Calixto García hace referencia a las tropas y los intereses de los
soldados de filas. Casi siempre es común en los estudios sobre el regionalismo
centrar en los jefes la decisión de operar o no fuera de la comarca natal.
Nunca se tiene en cuenta el papel del soldado de fila y su interacción con las
decisiones de la elite.
[4] Vicente García González. Nació en
Las Tunas el 23 de enero de 1833 y murió en Venezuela el 4 de marzo de 1886.
Alcanzó el grado de mayor general y obtuvo relevantes éxitos militares en la
guerra de 1868.
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