miércoles, 28 de noviembre de 2018

Calixto García Iñiguez - Escritos / Notas de Calixto García después de leer el folleto de Máximo Gómez “El Convenio del Zanjón” escrito en 1878.



(Estas notas son una aclaración que hace Calixto a solicitud del Dr. E. Rubio).

En: Colección Coronado. Universidad Central de la Villas, Tomo 18, documento 1. En nota al final del manuscrito se informa: “Es copia de la última página (…)”.  Por el tono de las líneas finales del documento, tal vez pudiera ser de 1880.


En el mes de Octubre de 1873 tuve una conferencia con el Presidente Cisneros, en la que éste me comunicó el plan de invasión a las Villas que le remitía el Mayor [General, Máximo] Gómez. A él [al Presidente Cisneros] y amí nos parecía poco lo que pedía Gómez para llevar a cabo tan grande empresa y acordamos marchar a las Tunas con el mayor número de hombres que pudieran concentrarse de las fuerzas de Oriente, con objeto de proponer a Gómez un nuevo plan y cosa de que él lo aprobara, llevarlo a cabo inmediatamente. 
El plan consistía en formar dos divisiones con las fuerzas de Oriente, Camagüey y Las Villas, y hacer la invasión a Las Villas por el Norte y el Sur simultáneamente, dejando en Oriente y Camagüey pequeñas guerrillas al mando de jefes subalternos, pues todos teníamos el convencimiento de que invadidas las Villas eran casi inútiles las tropas de Oriente en los distritos que ocupaban. Las dos divisiones invasoras debían ser mandadas por Gómez y por mí. Di las órdenes necesarias y excuso decir la brevedad con que se procedió a la concentración y sólo haré constar que el 1ro de enero del 74 estaba toda pronta a marchar. 
Al hacerlo, encontramos un gran inconveniente.  ¿Cómo atravesábamos un territorio desierto y sin ningún recurso para alimentar la tropa, que tenía que hacer más de 10 marchas hasta llegar a Santa Ana de Lleo, punto marcado por Gómez para reunirnos? Para obviar esta dificultad se determinó invadir la zona de cultivo de Holguín y extraer ganado, con lo que, racionada la gente, podía hacerse la marcha. 
El 4 de enero entré en la zona [de cultivo de Holguín] y extraje todo el ganado necesario y el 6 fui atacado en Melones por la columna del Brigadier  Esponda. Las mismas razones que tuvo el Mayor General Gómez para aceptar los combates de Naranjo y Guácimas, tuve yo para no huir al enemigo en Melones y aún creo que me vi más forzado a batirme, pues tenía conmigo más de 200 reses, que hubiera tenido que abandonar en la retirada.  Además, yo que de octubre del 68 a enero del 72 serví a las órdenes de Gómez, que ha sido mi maestro en el arte militar, y cuyos consejos he tratado siempre de seguir, le oía decir a menudo que nada era más perjudicial a la moral de un ejército que abandonar un campamento al frente del enemigo. Y probaba que esta era su manera de pensar las mismas acciones de Naranjo y Guácimas en las que se gastó mucho más parque y se tuvieron más bajas que en la de Melones, [pero era ese el resultado] que se conseguía en Cuba en esa época: rechazar al enemigo y hacerle un gran número de bajas, lo cual, según el Mayor General Gómez, tiene poco o ningún valor. 
El 14 emprendí la marcha para Santa Ana de Lleo, llevando conmigo al Presidente y a la Cámara de Representantes, y al llegar a aquel punto encontramos aviso de Gómez, para dirigirnos a un lugar, cuyo nombre no recuerdo, del Departamento de Camagüey. No le pareció bien al Presidente el punto designado y se comunicó a Gómez que el Gobierno lo esperaba en San Diego, para donde marchamos inmediatamente y a donde vino también Gómez. Allí se le propuso del plan que habíamos concertado, que desaprobó, y fue preciso aceptar el que Gómez había dirigido al Gobierno. 
Procediosea sacar los 500 hombres [que las guerrillas orientales debían aportar al plan], pero de tan mala manera que esta, para mí, fue una de las causas principales que produjeron el mal resultado que tuvo la expedición.  En vez de haberse consultado la voluntad de los oficiales y soldados para reunir el número necesario en el concepto de voluntarios, y acaso de no haberse cubierto el número que se pedía, haber procedido al sorteo, Gómez, con el escalafón de oficiales en la mano, sacó los oficiales que le pareció y exigió que éstos escogieran los soldados que quisieren. 
Todo le fue acordado y apelo al mismo Gómez para que me diga si además de Maceo y R. Céspedes, los Tenientes Coroneles Crombet y Domínguez, y los Comandantes José María Rodríguez y Ramón Martínez, y otros muchos que no nombro, no fueron escogidos por él. 
De la poca dificultad que presenté yo a la elección de los soldados que debían componer el contingente, darán testimonio todos los jefes y oficiales del Cuerpo Expedicionario. 
Se formaron 3 batallones de los 4 que pedía, y se dio orden al Jefe de la División de Tunas para integrar el 4; lo que se empezó a hacer y no se concluyó por la fatal sublevación del Comandante José Sacramento León, que inducido no sé por quién, pedía mi deposición y que me sustituyera el General Vicente García.  Esta es la verdad de lo pasado en el asunto a que se refiere el Mayor General Gómez en el capítulo que ha señalado y cuya relación es solo para Ud., mi buen amigo, pues no quiero llevar al dominio público recriminaciones que a nada conducen, sino es a introducir más y más entre nosotros la discordia que nos ha reducido al triste estado en que nos vemos.

Calixto García Iñiguez

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