martes, 4 de diciembre de 2018

Calixto García Iñiguez - Biografía / Calixto García rememora trágicos acontecimientos que le ocurrieron en su campaña en Holguín (Enero 1870)



Por: César Hidalgo Torres
En una larga anotación que hizo en su diario en 11 de marzo de 1874, Calixto García dejó por escrito sus recuerdos de aquellos oscuros días los que actuó en la jurisdicción de Holguín:
“El 21 de enero de 1870 fuerzas enemigas hacían prisioneras todas las personas queridas de mi alma y yo mientras tanto estaba en el Rejondón de Báguano[1] sin poder volar a su defensa. Tenía orden de Gómez de concentrar mi  columna sobre el camino de Cuba[2] a Holguín y hostilizar al enemigo  cuanto me fuera posible.
Ejército Libertador cubano
“Fue aquella una serie no interrumpida de combates teniendo por  nuestra parte la convicción de que no podíamos vencer al enemigo que cada vez se reforzaba más y más y caía sobre nuestras escasas  tropas tratando de envolverlas. Lo que se sufrió es difícil de escribir  pues aparte de la escasez de comida baste decir, para dar una ligera  idea de nuestro estado, que mandábamos a 20 hombres a tirar una  descarga al enemigo para que este contestara nuestros fuegos con  innumerables descargas y al hacerlas dejara caer algunas cápsulas  que luego salíamos a recuperar para hacer cartuchos y poder pelear al día siguiente.
“El 15 fui atacado en Tacámara por una gran columna. Después de  hacerle fuego retiré la fuerza y recogiendo todo el parque pertreché 25  hombres con los que me dirigí al lugar donde habían acampado los  godos para tirotearlos. Ya eran como las 4 de la tarde de manera que cuando llegué a aquel lugar ya era de noche. Dormí cerca de ellos [los españoles] y a la mañana siguiente mandé un oficial con ocho hombres a reconocerlos. Estando esperándolos hicieron fuego sobre una vigía que tenía y luego fui atacado por una guerrilla. Les hice algunos disparos y me retiré en dirección a Aguas Vivas con intención de hablar con Gómez que ocupaba aquel punto. Ya cerca de ese campamento llegaron a mis oídos fuertes descargas por las que conocí que también Gómez era atacado, así que no eran aquellos, momento para reunirme con él, por lo que desistí de mi intento y retrocedí hasta mi cuartel. Como a ½ legua antes de llegar a él [el campamento] me encontré con los españoles, impidiéndome el paso retrocedí a tomar un estrecho y en esos momentos me encontré de mano a boca con la columna que había atacado a Gómez; no me quedó otro recurso que echarme al monte y dejar pasar al enemigo que era en número considerable y sin poder tirarle un tiro pues había gastado el poco parque que tenía en el fuego de por la mañana. Tome pues el estrecho, mas al poco se me hizo de noche. Allí tuve que pasarla sufriendo una sed horrorosa pues en todo el día no habíamos encontrado agua, bien que en el día poco la necesitábamos pues hacían 48 horas no comíamos nada.
“Cuando amaneció desperté los doce hombres que habían quedado conmigo pues el resto se había dispersado, y me dirigí a donde había dejado mi fuerza ya sin esperanzas de ver a Gómez y considerando que durante mi ausencia podía haber sufrido algo la gente que había dejado con el tiro del fusil. Como a la tres de la mañana llegué a aquel lugar; más en vez de la columna encontré dos muertos y señales de haber atacado el enemigo. Entonces no supe que hacerme. Había rastros por donde quiera y no sabía cuál seguir para reunirme a los cubanos. Al fin tras de una dolorosa indecisión tomé el rastro mayor por el que caminé como dos leguas encontrando en él unos enfermos que me dieron razón de que el enemigo había atacado y la fuerza se había retirado sin saber para donde.
“A todo esto yo no sabía dónde estaba pues carecía de prácticos y no conocía la localidad. En este conflicto continué a la ventura hasta ver si encontraba gente.
“Como a las tres de la tarde encontré dos mujeres, éstas me dijeron que los soldados estaban en el campamento de Gómez y que todos aquellos montes estaban llenos de tropas, que los registraban para  cazar las familias y que ellas se veían en el caso de tener que presentarse[3] para no ser víctimas de su ferocidad. Yo les aconseje que lo hicieran así y despidiéndome de ellas, después de informarme del lugar en que me encontraba, hice rumbo al Sitio, lugar donde yo tenía una pequeña fuerza al mando del entonces Comandante José Manuel Hernández[4]. ¡Cuánto sufrí en aquella jornada de seis leguas!, la sed me devoraba y el hambre casi nos impedía caminar. La noche me cogió en el camino y ya puede considerarse lo larga que es una noche cuando se sufre hambre y sed. A las 10 de la mañana del día siguiente llegue a un pequeño platanal, entonces supe que él plátano da agua, y que deliciosa la encontré; pero no mitigaba mi sed, que era devoradora. Poco después llegué al campamento de Hernández pidiendo agua a voces. ¡Qué suplicio tan  horroroso! Nunca olvidaré, así viva cien años, los dos días que estuve sin beber.
“Yo creí que al llegar a este punto descansaría de tanta fatiga, mas al contrario, no habían pasado tres horas cuando dio aviso un vigía que llegaba al Sitio una columna enemiga.
“Fue necesario embozarnos y permanecer toda la noche apostados con una continua alarma. 
“Al día siguiente por la mañana atacó el enemigo terminando la pelea, como era costumbre entonces entre nosotros, retirándonos con las municiones agotadas. En la retirada salimos en dos grupos, uno  conmigo y otro con Hernández, queriendo mi fatalidad que el práctico se fuera con éste. Estuve todo el día volteando aquel monte, hasta qué  al oscurecer me acampé en un punto que a mí entender estaba muy adentro de la montaña. Nueva  noche  pasada sin agua y en alarma.
“No bien habíamos puesto las hamacas, los que las  teníamos, cuando  oímos voces cerca de nosotros y una corneta tocando retreta. Eran los  godos, a cuyo lado estábamos acampados. Como no sabíamos dónde estábamos ni la hora que era, determinamos quedarnos allí. No bien    amaneció emprendimos nuevamente la marcha, pero entonces orientándonos por el sol logramos llegar a los cañaverales de Santa  Cruz, donde encontramos a Hernández con la otra partida. 


[1] Rejondón de Báguano pertenecía a la jurisdicción de Holguín.

[2] Santiago de Cuba.

[3] Había una diferencia legal entre presentarse y ser aprendido o capturado por las fuerzas hispanas. En el primero caso se tomaba como una rendición y podían recibir un trato más benigno, en especial los hombres, pues si eran aprendidos se les fusilaba de inmediato. Aunque los jefes de columnas españolas no siempre respetaban esa diferencia.

[4] José Manuel Hernández era uno de los oficiales de las fuerzas de Jiguaní que acompañaron a Máximo Gómez y a Calixto a Holguín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario