Por: César Hidalgo Torres
En una larga anotación que hizo en su diario en 11 de marzo de 1874, Calixto García dejó
por escrito sus recuerdos de aquellos oscuros días los que actuó en la jurisdicción de Holguín:
“El
21 de enero de 1870 fuerzas enemigas hacían prisioneras todas las personas queridas de mi alma y
yo mientras tanto estaba en el Rejondón de Báguano[1]
sin poder volar a su defensa. Tenía orden de Gómez de concentrar mi columna sobre el camino de Cuba[2]
a Holguín y hostilizar al enemigo cuanto
me fuera posible.
Ejército Libertador cubano |
“Fue
aquella una serie no interrumpida de combates teniendo por nuestra parte la convicción de que no
podíamos vencer al enemigo que cada vez se reforzaba más y más y caía sobre
nuestras escasas tropas tratando de
envolverlas. Lo que se sufrió es difícil de escribir pues aparte de la escasez de comida baste
decir, para dar una ligera idea de
nuestro estado, que mandábamos a 20 hombres a tirar una descarga al enemigo para que este contestara
nuestros fuegos con innumerables
descargas y al hacerlas dejara caer algunas cápsulas que luego salíamos a recuperar para hacer
cartuchos y poder pelear al día siguiente.
“El
15 fui atacado en Tacámara por una gran columna. Después de hacerle fuego retiré la fuerza y recogiendo
todo el parque pertreché 25 hombres con
los que me dirigí al lugar donde habían acampado los godos para tirotearlos. Ya eran como las 4 de
la tarde de manera que cuando llegué a aquel lugar ya era de noche. Dormí cerca
de ellos [los españoles] y a la mañana siguiente mandé un oficial con ocho
hombres a reconocerlos. Estando esperándolos hicieron fuego sobre una vigía que
tenía y luego fui atacado por una guerrilla. Les hice algunos disparos y me
retiré en dirección a Aguas Vivas con intención de hablar con Gómez que ocupaba
aquel punto. Ya cerca de ese campamento llegaron a mis oídos fuertes descargas
por las que conocí que también Gómez era atacado, así que no eran aquellos,
momento para reunirme con él, por lo que desistí de mi intento y retrocedí
hasta mi cuartel. Como a ½ legua antes de llegar a él [el campamento] me
encontré con los españoles, impidiéndome el paso retrocedí a tomar un estrecho
y en esos momentos me encontré de mano a boca con la columna que había atacado
a Gómez; no me quedó otro recurso que echarme al monte y dejar pasar al enemigo
que era en número considerable y sin poder tirarle un tiro pues había gastado
el poco parque que tenía en el fuego de por la mañana. Tome pues el estrecho,
mas al poco se me hizo de noche. Allí tuve que pasarla sufriendo una sed
horrorosa pues en todo el día no habíamos encontrado agua, bien que en el día
poco la necesitábamos pues hacían 48 horas no comíamos nada.
“Cuando
amaneció desperté los doce hombres que habían quedado conmigo pues el resto se
había dispersado, y me dirigí a donde había dejado mi fuerza ya sin esperanzas
de ver a Gómez y considerando que durante mi ausencia podía haber sufrido algo
la gente que había dejado con el tiro del fusil. Como a la tres de la mañana
llegué a aquel lugar; más en vez de la columna encontré dos muertos y señales
de haber atacado el enemigo. Entonces no supe que hacerme. Había rastros por
donde quiera y no sabía cuál seguir para reunirme a los cubanos. Al fin tras de
una dolorosa indecisión tomé el rastro mayor por el que caminé como dos leguas
encontrando en él unos enfermos que me dieron razón de que el enemigo había
atacado y la fuerza se había retirado sin saber para donde.
“A
todo esto yo no sabía dónde estaba pues carecía de prácticos y no conocía la
localidad. En este conflicto continué a la ventura hasta ver si encontraba
gente.
“Como
a las tres de la tarde encontré dos mujeres, éstas me dijeron que los soldados
estaban en el campamento de Gómez y que todos aquellos montes estaban llenos de
tropas, que los registraban para cazar
las familias y que ellas se veían en el caso de tener que presentarse[3]
para no ser víctimas de su ferocidad. Yo les aconseje que lo hicieran así y
despidiéndome de ellas, después de informarme del lugar en que me encontraba,
hice rumbo al Sitio, lugar donde yo tenía una pequeña fuerza al mando del
entonces Comandante José Manuel Hernández[4].
¡Cuánto sufrí en aquella jornada de seis leguas!, la sed me devoraba y el
hambre casi nos impedía caminar. La noche me cogió en el camino y ya puede
considerarse lo larga que es una noche cuando se sufre hambre y sed. A las 10
de la mañana del día siguiente llegue a un pequeño platanal, entonces supe que
él plátano da agua, y que deliciosa la encontré; pero no mitigaba mi sed, que
era devoradora. Poco después llegué al campamento de Hernández pidiendo agua a
voces. ¡Qué suplicio tan horroroso!
Nunca olvidaré, así viva cien años, los dos días que estuve sin beber.
“Yo
creí que al llegar a este punto descansaría de tanta fatiga, mas al contrario,
no habían pasado tres horas cuando dio aviso un vigía que llegaba al Sitio una
columna enemiga.
“Fue
necesario embozarnos y permanecer toda la noche apostados con una continua
alarma.
“Al
día siguiente por la mañana atacó el enemigo terminando la pelea, como era
costumbre entonces entre nosotros, retirándonos con las municiones agotadas. En
la retirada salimos en dos grupos, uno
conmigo y otro con Hernández, queriendo mi fatalidad que el práctico se
fuera con éste. Estuve todo el día volteando aquel monte, hasta qué al oscurecer me acampé en un punto que a mí
entender estaba muy adentro de la montaña. Nueva noche
pasada sin agua y en alarma.
“No
bien habíamos puesto las hamacas, los que las
teníamos, cuando oímos voces
cerca de nosotros y una corneta tocando retreta. Eran los godos, a cuyo lado estábamos acampados. Como
no sabíamos dónde estábamos ni la hora que era, determinamos quedarnos allí. No
bien amaneció emprendimos nuevamente
la marcha, pero entonces orientándonos por el sol logramos llegar a los
cañaverales de Santa Cruz, donde
encontramos a Hernández con la otra partida.
[1] Rejondón de Báguano pertenecía a la
jurisdicción de Holguín.
[2] Santiago de Cuba.
[3] Había una diferencia legal entre
presentarse y ser aprendido o capturado por las fuerzas hispanas. En el primero
caso se tomaba como una rendición y podían recibir un trato más benigno, en
especial los hombres, pues si eran aprendidos se les fusilaba de inmediato.
Aunque los jefes de columnas españolas no siempre respetaban esa diferencia.
[4] José Manuel Hernández era uno de
los oficiales de las fuerzas de Jiguaní que acompañaron a Máximo Gómez y a
Calixto a Holguín.
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