jueves, 1 de noviembre de 2018

Calixto García Iñiguez - Biografía 19

Por: César Hidalgo Torres

Lucía Iñiguez, sin su acostumbrada actitud severa, sino conciliadora, sentada en un sillón frente al estrado modesto de la maestra del hijo.
(Aunque el hecho es real, el diálogo es de ficción)

LUCIA: ¿Está segura que fue él? ¿No pudo hacerlo otro muchacho?

MAESTRA: Ningún otro como no sea su hijo, doña, se atreve. Y perdone usted que sea tan sincera: que fue el hijo suyo se lo puedo asegurar como mismo que es el sol quien nos manda esa luz que ahora nos alumbra.

LUCIA: ¿Usted no ha comentado con nadie lo que acaba de decirme, verdad dona Manuelita?

MAESTRA: Con nadie, y tampoco lo ha hecho mi hermana Agustina, sabiendo, como sabemos, las consecuencias que eso podría traerle al muchacho, doña.

LUCIA: Se lo agradezco y le prometo a usted y a su hermana…

MAESTRA: Todavía no me prometa nada, hasta que no sepa todo lo que debe saber.

LUCIA: Diga usted lo que sea.

MAESTRA: Otro niño nos ofreció la confidencia de que quien aconsejó a su hijo de ofender así a nuestra señora la reina, que Dios guarde y de larga vida fue… (Duda, apenada, la maestra) A la verdad que no sé cómo decírselo dona Lucía.

LUCIA: Dígamelo diciéndomelo.

MAESTRA: El autor intelectual del suceso, que más que una indisciplina escolar es un caso para que lo sancione un fiscal militar…

LUCIA: Por Dios, doña Manuela, que mi hijo nada más tiene nueve años.

MAESTRA: Verdad que hoy es un niño, pero mañana será un adulto que si crece con tales influencias podría traerle a usted las más grandes amarguras.

LUCIA: No me dice todavía quién aconsejó a mi hijo que dañara el retrato de la reina, nuestra señora…

MESTRA: El niño está siendo influenciado por el abuelo paterno, el suegro de usted, doña Lucía.

LUCIA: No diga lo que me dice, doña Manuelita.

MAESTRA: Se lo digo porque nos consta. Usted, como yo y como todos los vecinos del pueblo sabemos que su suegro don Calixto es un desafecto a la corona.

LUCIA: (Sin fuerza a falta de lo que es una verdad tan sólida, musita) No…

MAESTRA: Diga lo que diga usted no podrá esconder lo que es de dominio público. La influencia del abuelo le puede acarrear mucho daño a su hijo. Por eso le recomiendo que si el niño necesita del calor de un abuelo, que se apegue al padre suyo, doña. Don Miguel José Iñiguez, siempre ha sido un fiel súbdito de sus majestades.

LUCIA: Le juro a usted, doña Manuelita Almaguer, que hoy, cuando estamos a 17 de junio del año del señor de 1848, pondré remedio a estos males, se lo juro.

MAESTRA: Y le creo.

LUCIA: Entonces asegúreme que guardará el secreto. Y ahora, si no le parece mal deje que yo me lleve a ese hijo mío conmigo. En casa hablaremos largo los dos.

MAESTRA: Llévelo con usted, y mañana devuélvanos a un digno hijo de la Madre Patria.

(…)

La madre, el hijo, una calle de San Isidoro de Holguín. 1848.

CALIXTO: No adivino por qué usted interrumpió la jornada cuando la clase estaba a la mitad.

LUCIA: Lo va a entender, pero dentro de una hora o un poco más. Cuando lleguemos a casa usted va a su cuarto y de allí no sale hasta que yo vuelva.

CALIXTO: Pero qué urgente va a hacer en la calle nuevamente que no puede hacer ahora mismo, Cía?

LUCIA: Hablar con el presunto instigador de que usted le haya colgado un rabo hecho de pelo de jumento al retrato de la reina que preside su escuela.

CALIXTO: ¿Me va a castigar?

LUCIA: Nunca cuando usted haga lo que sea con conciencia de lo que está haciendo. Es la razón que me impulsa a hablar con el abuelo suyo para saber si lo que hizo usted fue por consejo de él.

CALIXTO: Pregúntemelo a mí. Puedo darle la respuesta que usted va a procurar fuera de nuestra casa.

LUCIA: Es usted un niño, y nunca hay más responsabilidad en la palabra de un niño que en la de un adulto.

CALIXTO: Sea lo que le diga a mi abuelo, yo deseo que usted sepa que lo quiero mucho a él y que me gusta disfrutar de su compañía.

LUCIA: También yo respeto a su abuelo y agradezco a la providencia que lo haya puesto en mi vida. Pero no voy a permitir que haga usted lo que él diga, como mismo su padre. El carácter intempestivo de don Calixto hizo mal a Ramón, que nunca aprendió a pensar por él mismo. Y no quiero que ocurra otra vez.

Lucía y don Calixto no pudieron hablar, ese día, sin que nadie lo esperara, murió el viejo manco baratillero. Lo enterraron en el viejo cementerio municipal de Holguín. En el presente no se sabe cuál es su tumba.

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