Por: César Hidalgo Torres
Carlos
García Vélez, hijo del General contó que cuando Calixto estaba por cumplir los
once años de su edad, a la casa holguinera de la tía María del Rosario Landín,
donde vivía la familia, vino un negrito del Camagüey, unos cuatro años mayor
que el padre.
Joaquín de Aguero, patriota independentista cubano |
(La siguiente reconstrucción, aunque basada en hechos reales, es ficción)
Esa calurosa tarde está Lucía en su
comadrita, con un rosario en la mano, los ojos cerrados, rezando. La sala de la
casa solitaria, silenciosa como le gusta a doña. Y entonces vino la negra
Ignacia con rostro de conspiradora.
IGNACIA: Yo lo sé clarito mi ama,
que usted no quiere oírme a mí cuando está hablando con la Virgencita.
Lucía abre
los ojos y los fija en la esclava.
IGNACIA: Pero deberá venir sin hacer
ruido, que es urgente.
Por el
corredor interior de la casa fueron Lucía e Ignacia. Al final del pasillo, como
tres conspiradores, están la tía de Lucía, Calixto de diez años y un negrito de
quince.
IGNACIA (EN SECRETO A LUCIA): Es ese
el negrito que los vecinos trajeron del Camagüey.
La doña y la
esclava, silenciosas, quedan muy cerca (sin ser descubiertas), oyendo lo que
hablan aquellos tres. La tía, el sobrino y el negrito de espaldas a las espías.
Los dos niños repiten por lo bajo lo que les enseña la tía.
TIA: Repitan conmigo, pero sin que
los oigan: Que si un pueblo su dura cadena/no se atreve a romper con sus manos/
bien le es fácil mudar de tiranos,/pero nunca ser libre podrá…
Casi al
final de la cuarteta descubren a las que los oyen. La tía enfrenta a la sobrina
que con los ojos desaprueba el verso.
TIA (A LUCIA): No es malo que estos
muchachos sepan un poco de literatura.
Lucía no dice nada, pero queda
lívida.
TIA (AL NEGRITO): Enséñale el
pañuelo.
El negrito
se pone en pie y va a donde Lucia, desenvuelve el pañuelo con mucho cuidado y
se lo muestra. Lucía no lo toma, pero mira, curiosa.
TIA (CASI EN SECRETO): Él lo trajo
del Camagüey. Es sangre de Joaquín Agüero.
Sin tomar el
pañuelo en sus manos, Lucía lo mira. Después mira a su hijo Calixto, que sigue
sentado en el mismo lugar donde estaba.
TIA: Por eso es que digo yo que
estos niños deben saber de literatura.
Se produce
un breve duelo de miradas entre Lucía y la Tía. Lucía se vuelve y emprende la retirada.
Ignacia se queda dónde está. Lucía se detiene y mira a la esclava. La esclava
sale a la carrerita adonde su ama. Lucía en marcha por el pasillo, Ignacia
detrás de ella.
LUCIA (CAMINANDO, A IGNACIA): Definitivamente
nos vamos a vivir a Jiguaní.
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