Salvador Cisneros Betancourt |
Una conferencia animadísima he tenido
hoy con el Presidente[1].
Parece que las reflexiones que ha hecho el diputado, Ramón P. Trujillo[2]
le han llamado la atención. Cree Trujillo que la invasión de Las Villas debe
hacerse por dos columnas, una por el Norte y otra por el Sur y que la mayor
parte del Ejército de Oriente debe tomar parte en la operación, uniéndose al de
Camaguey y Las Villas[3],
que dos jefes completamente independientes uno de otro, entendiéndose
directamente con el Ejecutivo, deben mandar las dos columnas. El plan le ha
gustado al presidente que me preguntó mi opinión sobre el particular. Le
manifesté que si bien creía debía hacerse la invasión con dos o más columnas,
no me parecía prudente que fueran mandadas por jefes independientes, pues la
unidad en el mando es, a
mi parecer, la más segura garantía de buen éxito; que tampoco me parecía
prudente sacar de Oriente más de 600 hombres, pues de esa manera quedaría tan
débil este estado que permitiría a los españoles sacar todas sus fuerzas
veteranas de aquí y llevarlas a Las Villas, donde se presta menos el terreno
para nuestro sistema de guerra, a lo que
debía agregar que siendo Oriente el núcleo de la revolución y el lugar donde la
reacción se presentaba bajo un carácter más favorable, no era prudente
abandonarlo pues en caso de sufrir un fracaso en Las Villas sería casi segura
la pérdida de la insurrección o cuando menos haría muy tardío el triunfo. Que Oriente con sus montañas, y
el carácter independiente da sus hijos, será siempre el baluarte de nuestras
libertades y, ay de nosotros si debido a un momento de irreflexión dejamos
estos campos a merced del enemigo que, dueño de ellos, podrán pacificarlos,
valiéndose para ello de los mismos voluntarios que tiene a su lado[4].
Creo que le han hecho fuerza mis
razones, pero siempre piensa que debemos marchar sobre Camaguey llevando la mayor fuerza posible de
Oriente para practicar ahí alguna operación y determinar oyendo a Máximo Gómez.
[1] Se refiere a Salvador Cisneros Betancourt
que en esos momentos era presidente de la República de Cuba
[2] Ramón Pérez Trujillo miembro de la Cámara de Representante que
participó en la destitución de
Carlos Manuel de Céspedes. Por el tono de la correspondencia parece que había
una solidad amistad
entre éste y Calixto.
[3] En febrero de 1869 los
revolucionarios de Las Villas se sublevaron contra España. Sin armas y sin
el factor sorpresa de su lado y teniéndose que enfrentar también a un grupo de
terratenientes anti-independentistas
la mayoría de los revolucionarios marcharon a Camagüey y Oriente en busca
de
recursos. Permanecieron en esos lugares combatiendo, integrados al ejército
libertador. Mientras los españoles lograron prácticamente liquidar o expulsar a
los grupos que permanecieron en el centro y construir una trocha de Júcaro a Morón que aislaba Las Villas del
territorio insurrecto. La invasión a las Villas significaba la posibilidad de
llevar la guerra hacia el occidente base económica de España en Cuba.
[4] El asunto de invadir un territorio
era en extremo sensible para los patriotas. Sacar fuerzas de un territorio
era quitar protección a las familias y en general las instalaciones insurrectas
que se encontraban
allí. Hay diversos ejemplos de esto del que propio Calixto fue testigo. En
agosto de
1869
cuando las tropas de Jiguaní, a las que pertenecía Calixto, fueron trasladadas
a Holguín, los españoles
cometieron numerosos asesinatos en ese territorio con la población civil.
Mientras durante la invasión a Guantánamo en 1871 con tropas de la división de
Santiago de Cuba las fuerzas coloniales se ensañaron en los vecinos de las
prefecturas del territorio Palma Soriano y otras zonas que quedaron indefensas.
A esta realidad debemos de sumar el amor por el terruño de cada combatiente. Pero
el primer aspecto raramente se toma en cuenta en los análisis sobre la
invasión. De todas formas las invasiones eran necesarias, pues si no se
extendía la guerra por toda la isla, los españoles acabarían concentrando sus
tropas sobre los territorios insurreccionados, incluso, con los recursos de las
zonas que se mantenían pacificas y produciendo. Este es uno de las grandes
contradicciones de la guerra de Cuba. En la práctica era muy difícil de darle
solución por parte de los revolucionarios.
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