Tomado
de Aníbal Escalante
Condensado por César Hidalgo Torres
Condensado por César Hidalgo Torres
La
extensa región agrícola que ocupaban los municipios de Holguín y Gibara era
bien conocida por el genera García, y sobre todo, el espacio comprendido entre
las ciudades de Holguín y Gibara donde el enemigo poseía un gran depósito de
víveres que surtían a los dos pueblos mencionados e igual a media docena de
otras poblaciones de menor importancia, habitada en su mayoría de gente que
apoyaba el mando español en la isla, de ahí que los independentistas la
llamaran “la España chiquita”.
El
pensamiento de Calixto García era dar un golpe al enemigo bien sonado, y
ninguna otra parte de la provincia era mejor que aquella donde la población
vivía en plena paz, pues aún la guerra no se había hecho sentir en la zona.
Verdad
que el general disponía de poca gente bien armada, a lo sumo la mitad de los
500 hombres que lo acompañaban, pero no por ello cejó en su empeño. Antes
contrariamente, le sirvió de acicate que se las iba a ver con enemigos a
quienes podría combatir sin el sentimentalismo natural de tener que dañar a
pacíficos moradores o castigar a personas inocentes.
Actuar
en aquellos lugares serviría, además, para que los españoles conocieran de su
llegada a la manigua en armas, y era eso lo que planeaba antes de que el
Generalísimo llegara a Oriente.
En
menos de una semana de marchas continuas, los hombres de Jiguaní, Bayamo,
Tunas, Camagüey, Baracoa, Guantánamo, Cambute y Holguín que iban con el general
rindieron sin el más leve tropiezo a Las Parras, Velasco, Los Alfonso, Vedado,
San Andrés, Las Bocas y una decenas más de poblados que ardieron bajo la tea
incendiaria de la revolución. La requisa de armas, caballos y vituallas fue tan
abundante que los hombres desarmados que llevaba la columna se equiparon
totalmente, completando de ese modo la fortaleza militar de los soldados de la
independencia.
Pero
como siempre ocurre, no todo fue glorias y fácil botín, sino que también
sobrevinieron contratiempos no esperados. El día 10 de junio (1896), hacia el
mediodía, al atravesar un camino vecinal, se tuvo conocimiento de que una
pequeña columna enemiga avanzaba procedente de la ciudad de Holguín; ante la
inesperada información, las fuerzas cubanas maniobraron. El general García dio
órdenes a la caballería que mandaba el teniente coronel Fernando Cutiño Zamora[1]para
que saliera al encuentro del enemigo y lo batiera con el vigor que fuere
necesario; y lo propio dispuso a la infantería del general Cebreco[2],
la que maniobró apostándose en un lugar sumamente estratégico a fin de pelear
en combinación con los hombres de Cutiño.
Los
españoles que apenas pasaban de un centenar de hombres de ambas armas, conducían
su acostumbrado convoy de avituallamiento sacado de los pueblos vecinos,
consistente en varias carretas y un arria de acémilas cargadas de efectos
diversos y vituallas de guerra en general. Cuando el enemigo dobló por un
callejón que venía de Holguín, las detonaciones aisladas de los fusiles de la
caballería de Cutiño anunciaron que habían trabado contacto con el enemigo.
Entonces el general lanzó a la infantería sobre los que avanzaban, haciéndole
esa una serie de continuadas descargas cerradas con tanta precisión que los
obligó a replegarse. Aprovechando la sorpresa de los españoles y que se habían
replegado, la caballería los flanqueó con suma rapidez, y enseguida cargó al
machete contra ellos con tal impetuosidad que a los pocos minutos se produjo la
desbandada, dejando a los cubanos el campo de batalla y también el valioso
cargamento que trasportaban.
Incendio de Velasco
Como
aquella mañana (del 10 de junio de 1896) se había presentado fructífera en
extremo, el general García estimó a bien terminar el día con algo que estremeciera
a los habitantes de la región invadida: así al cruzar por el caserío de Velasco
dispuso que la caballería diera candela a todos los pequeños edificios y bohíos
de la localidad.
Al
atardecer mandó el general a sus hombres que acamparan a la vera de la inmensa
hoguera en que se había convertido el poblado. Para evitar la posible reacción
contraria que pudieran tomar los españoles que guarnecían a Holguín, se
colocaron avanzadas en todos los caminos y a los que quedaron en el campamento
se les distribuyó el botín de guerra conquistado.
Al
llegar los claros del día siguiente (11 de junio de 1896), el corneta de
órdenes lanzó al espacio el sonido de la diana[3]
reglamentaria y el campamento dejó de ser el silencioso lugar para el descanso
y se convirtió en un ir y venir de guerreros deseosos de proseguir la lucha.
Minutos
después toda la tropa estaba en espera de la orden del jefe. El general Calixto
García aquella mañana parecía estar contento y sus bigotes en extremo blancos
dejaban entrever la sonrisa de satisfacción que le era peculiar cuando las
cosas salían a su antojo.
La
orden de marcha no se hizo esperar. La columna, como serpiente hábil avanzó en
la dirección que el jefe marcó. No habían andado más de un par de kilómetros
cuando, de pronto, inesperadamente, se les antepuso la hosca figura de un
fortín español.
Del
fortín comenzaron a disparar, primero balas a granel, luego con esa sucesión
alocada del que presiente un grave peligro, y, finalmente, de una manera
alocada. Parecía que la tragedia se había desatado, pues el general no estaba
preparado en aquellos momentos para atacar las fortalezas enemigas.
García
dio instrucciones de que la columna hiciera alto, luego ordenó bordear la
colina, y al resguardo del bosque que la circundaba, se desvió la marcha,
dejando atrás el fortín peligroso sin tener que lamentar ningún otro incidente.
Todavía
antes de marcharse de Holguín la caballería de Calixto García quemó otros
caseríos que pudieran serle de utilidad al enemigo. Y cuando se cumplieron tres
días de paseo militar por la zona, la tropa, ahora más poderosa que antes,
abandonó las tierras de Holguín-Gibara, para internarse en el valle del Cauto,
donde, con toda seguridad, en breve se encontrarían el general García y el
Generalísimo Máximo Gómez.
[1] Cutiño Zamora, Fernando (1847-?)
Coronel. Nació en Jiguaní, Oriente, en 1847. Combatiente
de las tres guerras. En la del 68 fue ascendido a Capitán, el 6.9.1872. En la
del 95 se alzó al frente de un grupo, el 24.2.1895, en Jiguaní y al siguiente
día se unió a las fuerzas sublevadas en Baire. Participó en la formación de los escuadrones
del Regimiento de Caballería Céspedes (1ra Brigada, 2da División, 2do Cuerpo).
Combatió en Dos Ríos (19.5.1895). En febrero de 1896 pasó al Cuartel General
del 2do Cuerpo, y dos meses más tarde fue nombrado jefe de la escolta del jefe
Departamento Oriental, mayor General
Calixto García. El 10.6.1896 participó, en el ataque a una columna en el
camino de Holguín a Gibara. En octubre y primeros días de noviembre de 1896
incursionó en la parte oriental de la provincia de Camagüey con las fuerzas de
Calixto. Allí participó en el ataque y toma de Guáimaro y en los combates de La
Conchita, Lugones y La Marina. Estuvo en el
ataque
y toma de Las Tunas, del 28 al 30.8.1897. Se licenció el 24.8.1898.
[2] Cebreco Sánchez, Agustín
(1855-1924) Mayor General. Nació en El Cobre,
Oriente,
el 25.8.1855. Combatiente de las tres guerras. En la del 68 se alzó cuando aún
nocontaba los 15 años de edad. Estuvo subordinado al entonces Teniente Coronel
José Maceo, en laDivisión Cuba (2da División, 1er Cuerpo). También combatió bajo
las órdenesde los mayores generales Antonio Maceo y Calixto García. Enjunio de
1872 resultó herido en un combate. El 29.10.1876 recibió el ascenso a Comandante.
Fue de los firmantesde la Protesta de Baraguá (15.3.1878). En ese histórico
lugar fue ascendido a TenienteCoronel y
nombrado jefe de media brigada. Tuvo participación en latoma de Aserradero,
junto con el entonces General de Brigada FlorCrombet en mayo de 1878.Participó
en la Guerra Chiquita,siendo uno de los jefes de la región de Palma Soriano.
Cayóprisionero el 1.5.1880 y fue enviado a España junto con José Maceo
y Guillermón Moncada. Logró escapar y dirigirse a EUA. Tuvo
activa participación en el Plan Gómez-Maceo (1884-1886). En
la Guerra del 95 fue uno de los 23 expedicionarios de lagoleta Honor, junto a
los Maceo y bajo el mando de Flor. Después de haber desembarcadopor Duaba,
Baracoa, sostuvo el primer contacto con el enemigo ese mismo día, 1.4.1895. El
día
8, el encuentro con una emboscada de los guerrilleros españoles en Alegría hizo
que elgrupo se dispersara. Poco después, marchando en compañía de otros tres
expedicionarios,encontró un campamento mambí. Posteriormente, Antonio Maceo le
dio la misión deorganizar la Brigada de Ramón de Las Yaguas, la cual creó en
composición de los Regimiento de Infantería Moncada, Prado —después Baconao— y
Aguilera —más tarde Cauto Abajo. En septiembrede 1895 organizó la Brigada
Cambute y en agosto de 1896 la de Palma Soriano, quedandoinicialmente
conformada la 2da División, 1er Cuerpo, la cual mandó hasta el final de la
guerra. Durante1895 combatió en Alegría, Arroyo Hondo, Tí Arriba, Yerba de
Guinea, Loma de la Galleta,Sao del Indio, Palmarito, San Jorge, Dos Palmas y La
Venta, entre otros. El 16 de noviembreprotegió con sus fuerzas, el desembarco
de la expedición del vapor Horsa, bajo el mandodel entonces General de Brigada
Francisco Carrillo, por Cabañas, cerca de Santiago de Cuba. En 1896participó en
las acciones de Sagüa de Tánamo, Palmarito, Hondones y Loma del Gato,donde cayó
su jefe José Maceo. Bajo el mando de Calixto estuvo en el segundo combate
deYerba de Guinea, Tempú, San Miguel de Paradas, El Cristo y Loma del Hierro.
En 1897 atacó
a El Caney y a San Vicente; estuvo en el sitio a Jiguaní y en los combates de Arroyo
Blanco, Remanganaguas, Soledad, Aguacate, Jicoteita, Ojito del Agua y Monte
Oscuro. En mayo de 1898 atacó a Palma Soriano. El 24.6.1898 embarcó con sus
tropas por Aserradero para desembarcar dos días después en la playa Siboney,
como parte del sitio a Santiago de Cuba.
Fue
delegado a la Asamblea Constituyente de 1901 y representante a la Cámara por la
provincia de Oriente, en el primer congreso de la República (1902-1904), cargo
para el que resultó reelegido en dos ocasiones. Murió en la ciudad de La
Habana, el 19.12.1924
[3] El toque de diana no tenía
preferencias. Lo mismo despertaba a los de sueño ligero como a los dormilones.
Despertar era la ley mejor obedecida por los soldados de Cuba en armas porque
ella representa la seguridad de todos. Quien no obedeciera se exponía a
complicaciones disciplinarias, y a veces, a un duro Consejo de Guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario