Por: César Hidalgo Torres
La
columna mandada por el coronel Demetrio Quirós Weyler y que peligrosamente iba en marcha hacia Bayamo había salido de La Habana hacia Santiago de Cuba al
estallar la revolución en 10 de octubre y era superior en todo a las fuerzas cubanas:
la integraban 700 hombres y una pieza de artillería de montaña.
Acampados como
estaban en Baire, dos eran los caminos que podían tomar para ir a Jiguaní, por
ello Mármol ubico en uno de los posibles rumbos a Calixto García y en el otro a Máximo Gómez. Los revolucionarios no tenían otra como no fuera esperar.
Estaba
Gómez en los Pinos de Baire, emboscado. Dice Collazo que sus órdenes fueron
terminantes: “nadie haga fuego hasta que yo de la orden”.
Seis
días después Quirós se puso en marcha tomando el camino en el que lo esperaba
Máximo Gómez. Iba el enemigo en correcta formación; de pronto el general Gómez
se incorporó, machete en mano, saltando al camino y cayendo sobre los
desprevenidos soldados, a la vez que gritó “Al Machete”. Su gente secundó al
dominicano bravamente y, con rapidez inaudita, se lanzaron sobre la tropa
española que se desorganizó. El enfrentamiento fue cuerpo a cuerpo, el enemigo
retrocede primero y huye después. Con su centro y retaguardia logra Quirós marcharse,
acosado por los noveles soldados cubanos que, entusiasmados por el éxito, lo
persiguen sin cesar, obligándole a buscar refugio en la Venta de Casanova,
donde se encierran y así se mantienen hasta la noche en que un práctico cubano
los guía burlando los españoles a los cubanos que los esperaban en las afueras
del pueblo. Desorganizado y maltrecho llega Quirós a Santiago de Cuba solamente
acompañado por dos terceras partes de sus hombres.
Armando García Menocal, Carga al machete (boceto) (El pintor participó en la guerra en 1895) |
Después
el general Máximo Gómez hizo otros mil y un aportes a la causa de Cuba, pero si
no hubiera peleado nunca más ya habría bastado aquel combate para estar
inscripto en el más alto sitio del altar de Cuba, sobre todo porque fue
entonces cuando el machete de la Revolución se convirtió en arma para obtener la
independenciade la Isla.
Tal
efecto causó el machete que al museo de artillería de Madrid llevaron los una carabina con el cañón y la caja
destrozados de un machetazo. El parte del jefe español deja ver el pánico
indescriptible de la tropa: “yo los vi, excelentísimo señor, machete en mano
por espacio de tres cuartos de hora”.
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