Por: César Hidalgo Torres
Vecinos
del pueblo de Holguín, en el nororiente de Cuba, en 1835 eran los comerciantes don Calixto García de Luna-Izquierdo
y sus hijos nacidos en Venezuela, José Agustín, Santiago y Ramón. Y también la
joven Lucía Iñiguez Landín quien se dedicaba a los negocios del padre porque le
gustaba y tenía talento.
La
descripción física de la muchacha, que nos llegó hasta hoy de los documentos de
su época, es como sigue: piel blanca, pelo castaño al igual que sus cejas, ojos
de color verde, nariz de tamaño regular, boca preferiblemente grande y de
labios finos, frente de espacio regular al igual que su estatura. A lo anterior
se suma que era la única heredera del rico comerciante don Miguel José Iñiguez, por
lo que cualquiera de los varones de la ciudad la aceptaría por esposa.
Sin
embargo, ella no pensaba en casorios, pero sí lo pensaba su padre, preocupado
por multiplicar sus propiedades con un marido rico para la niña.
Miguel
José analizó todos los posibles pretendientes y al final consideró que Lucía debía
casarse con uno de los venezolanos residentes en Holguín de apellido García
González.
-Nada
me parece ninguno de los tres, ni nada tiene que parecerme, es usted quien decidirá,
dijo Lucía al padre.
-Ya
decidí, dijo él.
-Entonces
mándeme y me casaré.
-
De los tres el que me parece menos alocado es Ramón.
Y
se concertó el matrimonio y las familias anunciaron el casamiento de sus hijos
Ramón García González, de 23 años de su edad, y Lucía Iñiguez Landín de 15.
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