sábado, 1 de diciembre de 2018

Domincanos en la guerra de independencia de Cuba: causas de su decisión



Por: José Abreu Cardet
       Premio Nacional de Historia, Cuba 2018

Cuando estalla la revolución de 1868, en el oriente de Cuba residía un grupo de dominicanos, la mayoría de ellos eran miembros de las llamadas Reservas Dominicanas del Ejército Español, lo que significa que estos pertenecieron al Ejército de España que combatió en la República Dominicana durante la guerra de Restauración. En Cuba esos dominicanos se unieron al Ejército Libertador Cubano y desempeñaron importantes papeles en la guerra de 1868. 
Luis Marcano
Así, por ejemplo, el general dominicano Luís Marcano, fue jefe de la división de Holguín, entre el 2 de diciembre de 1868 y el 18 de marzo de 1869. Igual cargo desempeñó el también dominicano Máximo Gómez, entre agosto de 1869 y febrero de 1870.
Las autoridades coloniales en Cuba muy pronto se preocuparon de esa colaboración considerando la fama subversiva de los dominicanos.
En un informe de las autoridades, redactado durante los primeros días del alzamiento, se refieren a un dominicano establecido en el oriente de Cuba y sobre el que tenían sospechas de que colaboraba con los insurrectos, de la siguiente manera: “Es de los emigrados de la vecina isla de Santo Domingo, los cuales en su mayor parte han tomado una participación demasiado activa en la traidora e injustificable rebelión que lamentamos...”[1]
La pregunta que ronda siempre cuando se trata el asunto de los dominicanos que participaron en la guerra por la independencia de Cuba es: ¿Por qué este grupo de hombres, que, muchos de ellos recibían pensiones del Ejército español, escogieron el sendero de la insurrección?  Pero en vista de que, aunque muy útiles, solamente se trata de un muy reducido número de individuos, no es facil hacer una generalización. En la decisión de cada uno había mucho del trasfondo que forja la individualidad, pero al mismo tiempo encontramos asuntos comunes, implícitos en la sociedad en que vivieron, que nos permiten ir más allá de los marcos estrechos de la biografía para intentar entender el trasfondo de la decisión que los llevo al campamento mambí.
A simple vista son evidentes las notables diferencias sociales, políticas y hasta económicas de ambas Islas. Los dominicanos vivían en un país libre, aunque, ciertamente con una gran inestabilidad política por no haber sido capaces de administrar correctamente su libertad. Y tanto es así que, incluso acabaron retornado al imperio español por iniciativa de la élite gobernante, lo que provocó la Guerra de Restauración, entre 1863 a 1865. Pero, igual, la misma decisión de regresar al seno del imperio español era una prueba inequívoca de la mucha libertad que gozaban; o sea, que podían determinar cuál sería el destino de la República, sin padecer la sumisión de los pueblos que soportan largas tiranías. 
En el caso de los que vivían en Cuba y se sumaron a la revolución, hay otro asunto sorprendente: ellos se habían destacado por su actitud y acciones a favor de la anexión de su patria a España. 
Máximo Gómez
Modesto Díaz
Veamos algunos ejemplos: a Máximo Gómez el mando militar hispano, en Santo Domingo, le otorgó el grado de comandante, por su actitud en la retirada de  San José de Ocoa, el 13 de octubre de 1863[2]. Modesto Díaz, por su parte, prueba su fidelidad a España en numerosos combates en la Guerra de Restauración en la que fue hecho prisionero junto a otros oficiales naturales de ese país  al servicio de España por las fuerzas que combaten por la independencia de dominicana, pero los prisioneros logran desarmar al oficial que los custodia, escapan y  se internan en el bosque evitando la persecución de los revolucionarios hasta que se unen a una columna hispana[3]. Vencida España en su afán de anexarse nuevamente a Quisqueya, Modesto Díaz abandonó la Isla con el grado de general de división de las reservas dominicanas. En julio de 1865, José de la Gandara, capitán general de la isla de Santo Domingo, luego de detallar en un documento los numerosos méritos contraídos por Díaz en sus actividades en el ejército hispano agrega que: “deja todo lo que constituía su fortuna por seguir la Bandera Española, dando con esto nuevas pruebas de su lealtad y amor a España”[4]. En Cuba Modesto Díaz se convirtió en mayor general del ejército independentista cubano.
Félix Marcano
Por su parte Félix Marcano Álvarez era sargento primero al estallido de la revolución dominicana, en agosto de 1863. De inmediato se unió a las fuerzas hispanas, y fue hecho prisionero, pero logró fugarse y unirse de nuevo a los españoles acompañado por su hermano Luís Marcano. Herido en una acción, a Félix le otorgaron la Cruz Carlos III, por sus méritos alcanzados en la guerra de Restauración en defensa de España. El 29 de agosto de 1864, por el valor que mostró  en los combates realizados en la zona de San Cristóbal, entre el 19 y el 28 de abril de ese año, fue ascendido a capitán. Posteriormente, viviendo en el oriente de Cuba, Marcano cambio su posición política y se unió a la insurrección; llegó a ser general de brigada del Ejército Libertador Cubano. Hecho prisionero fue fusilado por los colonialistas en 1870.

La decisión de todos ellos de seguir al derrotado ejército hispano cuando se retira de Dominicana es una prueba de su fidelidad. E, incluso, una parte considerable de estos hombres querían seguir militando en el ejército español. 
Francisco Marcano Álvarez, se encontraba en Manzanillo, en abril de 1866, tenía 32 años de su edad y estaba casado. Éste pidió continuar como miembro de las fuerzas armadas españolas. Félix Marcano Álvarez, hermano del anterior, el 13 de abril de 1866, tenía 23 años de edad y también declaró su disposición de continuar en las filas del ejército.
Luís Marcano Álvarez, informo a un oficial español: “que su deseo respecto a su ulterior destino es ser clasificado para su colocación en el Ejercito”[5].
Un caso interesante es el del coronel Manuel de Jesús Javier Abreu Romero, figura poco conocida. Llegó a Santiago de Cuba con el vencido ejército colonialista y posteriormente se estableció en Manzanillo; también él expresó, desde los primeros momentos, que sus deseos eran: “ser clasificado para su colocación en el Ejército”[6].
Y quien se convirtió en el más importante soldado de la guerra independentista cubana, Máximo Gómez, ostentaba el grado de comandante de las Reservas de Santo Domingo. Desde su llegada a Cuba también expresó “que sus deseos respecto a su ulterior destino era ser clasificados para su colocación en el Ejercito (español)”[7].
Sin embargo el criterio del mando militar de Cuba era muy diferente a las aspiraciones de los dominicanos, no creyendo que era conveniente incluirlos en el Ejército pues: “Los individuos del antiguo Ejercito de la Republica de Santo Domingo, ignoran todos los ramos de la instrucción militar en el cual no existía organización regular ni disciplina; que el carácter y hábitos de aquellos habitantes difiere muchos de los nuestros y principalmente en la cuestión de razas”[8]. Como un fuerte golpe directo a la cara debió resultar para ellos la exclusión a la que los condenaban, sobre todo porque en su país ellos formaban parte de la elite del poder colonial y disfrutaban de la consideración de las autoridades. Exclusión y desprecio que era mayor si corría sangre africana por las venas de alguno de estos oficiales, y eso era muy natural que sucediera en los hijos de un país con abundante población negra y mestiza.
El rechazo de sus antiguos compañeros de armas llevó a los dominicanos a la misma situación que los criollos de Cuba: Eran gente de segunda categoría a los ojos de los amos de la isla y por ello, muy pronto, todos fueron pasados a retiro y abandonados a su suerte. 
Diferente a los militares españoles, la población cubana les ofreció a los dominicanos comprensión y solidaridad cotidiana. Ellos comenzaron a aclimatarse a su nuevo lugar de residencia, y muy pronto conocieron y se relacionaron con un grupo de cultos y sensibles terratenientes y profesionales cubanos que debieron de causar una honda impresión en estos hombres de rudas costumbres. ¿Qué criterio tenían, por ejemplo, los hermanos Márcanos de un hombre como Carlos Manuel de Céspedes, educado en Europa, de una cultura poco común y al mismo tiempo cercano a la vida de los campesinos y monteros  orientales?  
Compenetrados con la población cubana, los  dominicanos comenzaron su vida diaria. El Coronel Manuel Javier Abreu estableció una escuela en Ti Arriba[9] y allí estaba cuando se incorporó al movimiento revolucionario. Con él llevaba a un sobrino suyo llamado Francisco Javier Abreu y a los hermanos dominicanos Francisco y Antonio Delgado. Todos,  junto a Manuel, murieron en enero de 1869 combatiendo contra España[10].
Para los cubanos la incorporación a la revolución de los dominicanos debió de despertar un profundo respecto, pero sobre todo, fue un ejemplo desastroso para el integrismo. Y finalmente, con ellos en la revolución, Cuba tuvo aguerridos combatientes que fueron muy importante en la lucha contra el coloniaje español.


  


[1] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Comisión Militar. Legajo 126,  Número 12.
[2] Emilio Rodríguez Demorizi. “Hojas de Servicio del Ejército Dominicano. 1844 1865”. Editorial del Caribe C. República Dominicana. 1968, T 1, p  175,
[3] Ibídem, p  121.
[4] Ibídem, p. 132.
[5] Ibídem, p. 248.
[6] Ibídem, p. 50.
[7] Ibídem. p. 168
[8] Ibídem. p. 51
[9] Ibídem. p. 51
[10] Ibídem. p. 51

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