Por: José
Abreu Cardet
Premio Nacional de Historia, Cuba 2018
Cuando
estalla la revolución de 1868, en el oriente de Cuba residía un grupo de
dominicanos, la mayoría de ellos eran miembros de las llamadas Reservas
Dominicanas del Ejército Español, lo que significa que estos pertenecieron al
Ejército de España que combatió en la República Dominicana durante la guerra de
Restauración. En Cuba esos dominicanos se unieron al Ejército Libertador Cubano
y desempeñaron importantes papeles en la guerra de 1868.
Luis Marcano |
Así, por ejemplo, el
general dominicano Luís Marcano, fue jefe de la división de Holguín, entre el 2
de diciembre de 1868 y el 18 de marzo de 1869. Igual cargo desempeñó el también
dominicano Máximo Gómez, entre agosto de 1869 y febrero de 1870.
Las
autoridades coloniales en Cuba muy pronto se preocuparon de esa colaboración
considerando la fama subversiva de los dominicanos.
En
un informe de las autoridades, redactado durante los primeros días del alzamiento,
se refieren a un dominicano establecido en el oriente de Cuba y sobre el que tenían
sospechas de que colaboraba con los insurrectos, de la siguiente manera: “Es de
los emigrados de la vecina isla de Santo Domingo, los cuales en su mayor parte
han tomado una participación demasiado activa en la traidora e injustificable
rebelión que lamentamos...”[1]
La
pregunta que ronda siempre cuando se trata el asunto de los dominicanos que
participaron en la guerra por la independencia de Cuba es: ¿Por qué este grupo
de hombres, que, muchos de ellos recibían pensiones del Ejército español,
escogieron el sendero de la insurrección?
Pero en vista de que, aunque muy útiles, solamente se trata de un muy reducido
número de individuos, no es facil hacer una generalización. En la decisión de
cada uno había mucho del trasfondo que forja la individualidad, pero al mismo
tiempo encontramos asuntos comunes, implícitos en la sociedad en que vivieron,
que nos permiten ir más allá de los marcos estrechos de la biografía para intentar
entender el trasfondo de la decisión que los llevo al campamento mambí.
A
simple vista son evidentes las notables diferencias sociales, políticas y hasta
económicas de ambas Islas. Los dominicanos vivían en un país libre, aunque,
ciertamente con una gran inestabilidad política por no haber sido capaces de administrar
correctamente su libertad. Y tanto es así que, incluso acabaron retornado al
imperio español por iniciativa de la élite gobernante, lo que provocó la Guerra de Restauración,
entre 1863 a
1865. Pero, igual, la misma decisión de regresar al seno del imperio español
era una prueba inequívoca de la mucha libertad que gozaban; o sea, que podían
determinar cuál sería el destino de la República, sin padecer la sumisión de
los pueblos que soportan largas tiranías.
En
el caso de los que vivían en Cuba y se sumaron a la revolución, hay otro asunto
sorprendente: ellos se habían destacado por su actitud y acciones a favor de la
anexión de su patria a España.
Máximo Gómez |
Modesto Díaz |
Veamos algunos ejemplos: a Máximo Gómez el mando
militar hispano, en Santo Domingo, le otorgó el grado de comandante, por su
actitud en la retirada de San José de
Ocoa, el 13 de octubre de 1863[2].
Modesto Díaz, por su parte, prueba su fidelidad a España en numerosos combates
en la Guerra
de Restauración en la que fue hecho prisionero junto a otros oficiales
naturales de ese país al servicio de
España por las fuerzas que combaten por la independencia de dominicana, pero
los prisioneros logran desarmar al oficial que los custodia, escapan y se internan en el bosque evitando la
persecución de los revolucionarios hasta que se unen a una columna hispana[3].
Vencida España en su afán de anexarse nuevamente a Quisqueya, Modesto Díaz
abandonó la Isla con el grado de general de división de las reservas dominicanas.
En julio de 1865, José de la
Gandara, capitán general de la isla de Santo Domingo, luego
de detallar en un documento los numerosos méritos contraídos por Díaz en sus
actividades en el ejército hispano agrega que: “deja todo lo que constituía su fortuna
por seguir la Bandera
Española, dando con esto nuevas pruebas de su lealtad y amor
a España”[4].
En Cuba Modesto Díaz se convirtió en mayor general del ejército independentista
cubano.
Félix Marcano |
Por
su parte Félix Marcano Álvarez era sargento primero al estallido de la
revolución dominicana, en agosto de 1863. De inmediato se unió a las fuerzas
hispanas, y fue hecho prisionero, pero logró fugarse y unirse de nuevo a los
españoles acompañado por su hermano Luís Marcano. Herido en una acción, a Félix
le otorgaron la Cruz Carlos III, por sus méritos alcanzados en la guerra de
Restauración en defensa de España. El 29 de agosto de 1864, por el valor que
mostró en los combates realizados en la
zona de San Cristóbal, entre el 19 y el 28 de abril de ese año, fue ascendido a
capitán. Posteriormente, viviendo en el oriente de Cuba, Marcano cambio su
posición política y se unió a la insurrección; llegó a ser general de brigada
del Ejército Libertador Cubano. Hecho prisionero fue fusilado por los
colonialistas en 1870.
La
decisión de todos ellos de seguir al derrotado ejército hispano cuando se
retira de Dominicana es una prueba de su fidelidad. E, incluso, una parte
considerable de estos hombres querían seguir militando en el ejército
español.
Francisco Marcano Álvarez, se encontraba en Manzanillo, en abril de 1866, tenía 32 años
de su edad y estaba casado. Éste pidió continuar como miembro de las fuerzas
armadas españolas. Félix Marcano Álvarez, hermano del anterior, el 13 de abril
de 1866, tenía 23 años de edad y también declaró su disposición de continuar en
las filas del ejército.
Luís
Marcano Álvarez, informo a un oficial español: “que su deseo respecto a su
ulterior destino es ser clasificado para su colocación en el Ejercito”[5].
Un
caso interesante es el del coronel Manuel de Jesús Javier Abreu Romero, figura
poco conocida. Llegó a Santiago de Cuba con el vencido ejército colonialista y
posteriormente se estableció en Manzanillo; también él expresó, desde los
primeros momentos, que sus deseos eran: “ser clasificado para su colocación en
el Ejército”[6].
Y
quien se convirtió en el más importante soldado de la guerra independentista
cubana, Máximo Gómez, ostentaba el grado de comandante de las Reservas de Santo
Domingo. Desde su llegada a Cuba también expresó “que sus deseos respecto a su
ulterior destino era ser clasificados para su colocación en el Ejercito
(español)”[7].
Sin
embargo el criterio del mando militar de Cuba era muy diferente a las
aspiraciones de los dominicanos, no creyendo que era conveniente incluirlos en
el Ejército pues: “Los individuos del antiguo Ejercito de la Republica de Santo
Domingo, ignoran todos los ramos de la instrucción militar en el cual no
existía organización regular ni disciplina; que el carácter y hábitos de
aquellos habitantes difiere muchos de los nuestros y principalmente en la
cuestión de razas”[8].
Como un fuerte golpe directo a la cara debió resultar para ellos la exclusión a
la que los condenaban, sobre todo porque en su país ellos formaban parte de la
elite del poder colonial y disfrutaban de la consideración de las autoridades. Exclusión
y desprecio que era mayor si corría sangre africana por las venas de alguno de
estos oficiales, y eso era muy natural que sucediera en los hijos de un país
con abundante población negra y mestiza.
El
rechazo de sus antiguos compañeros de armas llevó a los dominicanos a la misma
situación que los criollos de Cuba: Eran gente de segunda categoría a los ojos
de los amos de la isla y por ello, muy pronto, todos fueron pasados a retiro y
abandonados a su suerte.
Diferente
a los militares españoles, la población cubana les ofreció a los dominicanos
comprensión y solidaridad cotidiana. Ellos comenzaron a aclimatarse a su nuevo
lugar de residencia, y muy pronto conocieron y se relacionaron con un grupo de
cultos y sensibles terratenientes y profesionales cubanos que debieron de
causar una honda impresión en estos hombres de rudas costumbres. ¿Qué criterio
tenían, por ejemplo, los hermanos Márcanos de un hombre como Carlos Manuel de
Céspedes, educado en Europa, de una cultura poco común y al mismo tiempo
cercano a la vida de los campesinos y monteros
orientales?
Compenetrados
con la población cubana, los dominicanos
comenzaron su vida diaria. El Coronel Manuel Javier Abreu estableció una
escuela en Ti Arriba[9]
y allí estaba cuando se incorporó al movimiento revolucionario. Con él llevaba
a un sobrino suyo llamado Francisco Javier Abreu y a los hermanos dominicanos Francisco
y Antonio Delgado. Todos, junto a
Manuel, murieron en enero de 1869 combatiendo contra España[10].
Para
los cubanos la incorporación a la revolución de los dominicanos debió de
despertar un profundo respecto, pero sobre todo, fue un ejemplo desastroso para
el integrismo. Y finalmente, con ellos en la revolución, Cuba tuvo aguerridos
combatientes que fueron muy importante en la lucha contra el coloniaje español.
[1] Archivo Nacional de Cuba. Fondo
Comisión Militar. Legajo 126, Número 12.
[2] Emilio Rodríguez Demorizi. “Hojas
de Servicio del Ejército Dominicano. 1844 1865”. Editorial del Caribe C. República
Dominicana. 1968, T 1, p 175,
[3] Ibídem, p 121.
[4] Ibídem, p. 132.
[5] Ibídem, p. 248.
[6] Ibídem, p. 50.
[7] Ibídem. p. 168
[8] Ibídem. p. 51
[9] Ibídem. p. 51
[10] Ibídem. p. 51
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