Por: César Hidalgo Torres
Jiguaní,
1862. Antes del día de su cumpleaños 22, va Calixto por una calle de la Villa, el
caballo por las bridas. A alguno lo saluda, se detiene en una esquina donde un
grupo de conocidos se guarecen del calor sofocante, y sigue, hacia la casa de
sus padres. Por la misma calle, en dirección contraria a él, viene una joven de
18 años, que se llamó Isabel Vélez Cabrera, hija de don Cristóbal Vélez y de
doña Ana Cabrera.
No
más que se hubieron conocido en aquella tarde del verano jiguanicense, los
jóvenes se enamoraron y decidieron que se iban a casar, sin importarle a
Calixto que el padre cafetero de la muchacha había muerto poco después de
quebrar en su negocio, dejando a la familia en la más extrema pobreza. Esa pudo
ser la causa por la que don Ramón García le negó la autorización que debería
tener porque el novio era menor de edad, aunque otras hipótesis dicen que quien
se negaba rotundamente era doña Lucía, que siempre fue celosa con sus hijos. A
las hembras la madre las obligó a ser solteronas toda la vida.
Al
Capitán General de la Isla de Cuba escribió Calixto en 17 de enero de 1862
diciéndole que comparece ante su Excelencia para que si lo tiene a bien ejerza
las facultades de que está revestido y previos los informes que estime
conveniente, si lo cree, se digne concederle la licencia de que carece para
efectuar su referido matrimonio.
Un
mes después la máxima autoridad colonial en la Isla atendió la solicitud y ordenó a su Teniente Gobernador en Jiguaní
que hiciera una investigación al respecto.
Finalmente
Calixto e Isabel, más el padre de él, comparecen a las oficinas del Gobierno
Político y Militar de Jiguaní:
“Ante
el señor Teniente Gobernador de Jiguaní comparece don Ramón García y declara
que él no ha negado su consentimiento para que su hijo celebre matrimonio con
Isabel Vélez y dice el referido don Ramón García que tampoco se opone ahora
puesto que no tiene motivo bastante para ello ni tiene objeción que poner al
deseo de su hijo.Y dice que lo único que le manifestó a su futura nuera, cuando
le han tratado el particular, ha sido que dejaran arreglar algunos asuntos de
familia para que se casaran luego en mejor oportunidad que actualmente”.
Don
Ramón contrariado entra a su casa. Lucia lo espera. La esclava da la comida al
hijo idiota de siete años que sus amos tienen. Más que el esposo, la que tiene
mayor contrariedad es Lucía, adivinando la decisión.
Autorizados
a casarse, los enamorados no lo hacen sino siete días después que Calixto
cumple los 23 años, que es la mayoría de edad, y eso demuestra lo que pesaba un
deseo de la doña madre de la familia.
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