No creí yo, que los españoles pudieran
reunir tan pronto una columna para atacarme. Bien es verdad que el lugar que yo
ocupaba les obligaba a hacer un esfuerzo supremo para ocultar su impotencia a
los ojos de los engañados cubanos que tienen a su lado. Mi campamento de
Melones está situado en la línea fronteriza de la zona de cultivo de Holguín[1].
A su izquierda y a una legua de
distancia está el cuartel español de La Palma, hacia la derecha y a una legua también el de Tuinicum[2]
y a su frente el del Rabas[3].
Mis vigías estaban viendo las de los
campamentos enemigos y las cornetas se oían en sus caseríos. Esto seguramente
obligó a los españoles a salir a desalojarme.
A las ocho de la mañana de hoy el
fuego de las parejas de caballería, secundado por el de sus avanzadas, me hizo
conocer que era llegada la hora del combate. Mucha fe tenia yo en el triunfo y
ya previéndolo, una de mis primeras medidas fue destacar fuerzas a cortar su
retirada. Los pormenores del plan que
adopté se encuentran en el copiador de partes y excuso repetirlos aquí.
El combate fue reñidísimo y hasta las
doce del día la victoria permanecía indecisa, de esa hora en adelante el
triunfo fue seguro. El enemigo emprendió su retirada y fue cargado simultáneamente
por el grueso de mis fuerzas!. El jefe
español[4]
era inteligente y bravo y hacia su retirada escalonando sus fuerzas y
aprovechando cuantas ventajas le presentaba el terreno; pero todo fue en vano,
posición tras posición todas les fueron tomadas concluyendo la acción a las
cuatro de la tarde después de ocho horas de combate. Dejando el enemigo 41 muertos en el campo, armas,
parque, caballos, etc.
[El enemigo] Hizo su retirada por
alturas elevadísimas sin tomar camino
hasta lograr encerrarse en sus trincheras de Tuinicun[5].
Fue perseguido hasta el pie del campamento español. La victoria fue completa.
Es verdaderamente admirable el valor
demostrado por los cubanos en esta acción, en vez de obligar a pelear al
soldado, era menester sujetarlo y reprenderlo y costaba grandes esfuerzos el
lograrlo. Podemos decir hoy con orgullo que tenemos un ejército que si en
sufrimiento los aventaja a todos, en valor es igual al primero del mundo[6].
El enemigo tenia, según confesión de
un herido, 1 300 hombres[7]
y yo podía contar con 600.
[1] Luego de un ataque a un poblado
enemigo los mambises usualmente acampaban en lugares no muy lejanos del lugar
asaltado como hizo Calixto en esta ocasión. Al parecer en ello influía lo que
era mover el botín capturado, los heridos y el cansancio de la fuerza pues
antes de realizar el ataque, por lo general, habían realizado extenuantes marchas sin apenas ingerir alimentos. Además
es de pensar el deseo de esta hambrienta fuerza en saciar su antológica hambre
con las vituallas capturadas. Las acciones de La Cana realizada luego del
asalto a Aura, Camazán después del ataque a Holguín en diciembre de 1872, Veguita de Banes luego del ataque al poblado
de Sama, Santa María de Ocujal luego de asaltar algunos poblados y otros de
menos relieve tuvieron ese origen son la prueba de esta hipótesis..
[2] El nombre correcto del lugar es
Junucún, sin embargo en la mayoría de las descripciones de ese combate se le
nombra incorrectamente a ese poblado. En otras ocasiones se la llama también
incorrectamente, Jururú que era un poblado ya desaparecido situado en la bahía
de ese nombre, y a unos 20
kilómetros de Junucún.
[3] El nombre correcto de ese poblado
es Rabón. Actualmente pertenece al municipio Rafael Freyre
provincia de Holguín.
[4] El jefe de las fuerzas hispanas era
el coronel Federico Esponda.
[5] Junucún.
[6] Este criterio de Calixto García
sobre el soldado cubano puede tener diversas interpretaciones, como por
ejemplo, que antes de ese combate era necesario obligarlo a combatir. Aunque es
un criterio muy personal de Calixto había una realidad y era que la acción más
común realizada por los mambises era la emboscada. Incluso, al parecer la carga
de caballería no era tan frecuente como se cree. En la emboscada se disparaba
de lejos y no siempre se acompañaba de un asalto sobre las fuerzas contrarias
por lo que el mambí no estaba acostumbrado a ese tipo de acción. Por lo menos
era así para el soldado oriental. La guerra de 1868 era irregular y de
desgaste, las grandes acciones no eran comunes.
[7] Es aconsejable poner en duda los
informes y criterios de los cubanos sobre el número de contrarios
y las bajas causadas a estos. Los mambises recibían esta información por
fuentes muy imprecisas. Igual ocurre con los criterios de las tropas hispanas
respectos a las revolucionarias
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