En: Suolére,
Emilio. “Historia de la Insurrección de Cuba” (1869-1879), tomo II págs, 96-97
Excelentísimo
Sr.:
Jose Gutiérrez de la Concha |
Desde el
momento en que fue hecho prisionero Calixto García, que con el carácter de
General venía mandando a los insurrectos del Departamento Oriental, me propuse
perdonarle la vida y autoricé a su madre para que pusiese un despacho al
Presidente del Poder Popular Ejecutivo, pidiéndole indulto de la pena capital,
sobre el cual Vuestra Excelencia se sirvió pedirme informe por despacho
telegráfico.
El hecho no
sólo de no haber dispuesto pasar por las armas a Calixto García después de la
aprehensión, y la autorización conocida a su madre para transmitir aquel
despacho telegráfico, aprobará a Vuestra Excelencia que a mi opinión no era
conveniente de ninguna manera aquella disposición, que podía tomar con arreglo
a los bandos vigentes.
En el
estado en que encontraba la guerra y la insurrección después de seis años, no
he creído de ninguna manera conveniente ensangrentar aquella y he pedido seguir
mis propios sentimientos de humanidad evitando un fusilamiento que no debía
producir otro resultado que excitar las pasiones y hacer más difícil la
terminación de la guerra.
Como he
dicho a Vuestra Excelencia repetidas veces, esta guerra no ha de acabarse por
el exterminio de los insurrectos; se les podrá batir y reducirlos en número,
pero exterminarlos es muy difícil, sino
imposible. Es preciso, pues, batirlos,
es preciso perseguirlos activamente por todas partes, y este será mi primera
atención tan pronto como reciba y organice los refuerzos con que he de
emprender la campaña en el Centro, donde la insurrección tiene alguna
importancia militar. Pero para concluir con esta guerra se necesita que los
insurrectos, después de eso, crean en la posibilidad de un perdón y de un
olvido, y en la seguridad de sus personas.
Esa
confianza y esa seguridad, contribuirán mucho a olvidarla, al ver perdonado la
vida de Calixto García, que por otra parte no se ha señalado mucho por su
inhumanidad con nuestros prisioneros, cuando ese perdón ha podido ser concedido
por la autoridad superior de la Isla, sin que sobre ella haya ejercido presión
alguna, la opinión de los muchos que la energía de una autoridad está en las
ejecuciones de la pena capital, y que tiran en todos los casos, esa política
que llaman enérgica, como la única para
acabar con la insurrección.
Al verse
prisionero, Calixto García trató de suicidarse, pero su herida en la garganta y
en la boca ofrece cuidado.
En un
principio, agradecido, a la conducta con él observada y declarando que sentía
el mal que había hecho a su país con la guerra, se mostró dispuesto a trabajar
por la paz; pero como manifestase deseos de salir del campo con nuestras
columnas, para tener conferencias con los insurrectos, me he opuesto a esto,
haciendo entender que no consentiría en ningún acto en que aparezcan tratos y
convenios con los insurgentes; que él podrá proporcionar un medio de hacer
comprender a los de color, como él mismo lo supone necesario, que los esclavos
que estén en la insurrección no volverán a serlo; sirviendo en las compañías de
liberto, que los libres de color podrán entrar en el servicio hasta en la clase
de oficiales y que a los demás se les dará seguridad de indulto y tendrá la de
volver al seno de sus familias, desembargándoles los bienes y marchando al punto del extranjero que
eligiesen.
He añadido
al brigadier Marín, para que así se lo manifieste a Calixto García, que si se
le había perdonado la vida sin indultarle de la pena capital, ha sido por un
sentimiento de humanidad y alta política, y que si bien es mi ánimo de ningún
modo tenerlo como rehenes para cualquier represalia, como no puede ser nunca
considerado como prisionero de guerra, si ésta continuase por algún tiempo,
sería enviado a Ceuta o las Islas Marinas. Es cuanto puedo expresar a Vuestra Excelencia en cumplimiento del
informe que se ha servido pedirme el Gobierno, esperando se sirva aprobar mi
conducta.
Dios guarde
a Vuestra Excelencia muchos años.
Habana, 15
de octubre de 1874
José de la
Concha
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