miércoles, 14 de noviembre de 2018

Calixto García Iñiguez - Biografía (La situación de Cuba en armas, 1896, a la llegada de Calixto García)



Tomado de Aníbal Escalante
Condensado por César Hidalgo Torres

Además de la carencia casi absoluta de armas y municiones, en 1896 era preocupación de todos los patriotas un cierto descontento cada vez más visible y molesto en algunos combatientes, casionado por la reorganización dispuesta en los mandos superiores en la región de Oriente y Camaguey. Precisamente por ese motivo el Generalísimo Máximo Gómez había comunicado su regreso desde Occidente, dispuesto, informó, a reorganizar los mandos y asimismo requisar toda clase de auxilios militares con los cuales proseguir la cruenta lucha que venía sosteniendo con los españoles en la provincia villaclareña, aliviando así, de alguna forma, la carga insostenible que el lugarteniente Antonio Maceo venía sosteniendo en la región más occidental con campañas tan florecientes de hazañas que eran la admiración del resto del mundo.
(Por el anteriormente descrito estado de cosas, se ve que las armas y pertrechos de guerra traídos por Calixto, aunque no en la cantidad que era necesaria, y la personalidad del general recién arribado, venían a resolver de cierta manera la situación del momento).
Calixto García en la manigua cubana, 1896
El momento de la llegada de García, asimismo, coincidió con el criminal Decreto del general español Valeriano Weyler que ordenaba la reconcentración en las ciudades de todo el campesinado cubano, no teniendo aquellos más remedio que irse a morir de hambre en los centros urbanos o trasladarse a las montañas y ponerse bajo la custodia de la revolución. Por lo que la inhumana resolución española incrementó las fuerzas revolucionarias: una juventud recién llegada al campo en armas engrosó las filas independentistas de manera notable. El problema era que había que armar a tanto soldado útil y disciplinarlo en las artes de la guerra.
Por otra parte, y sin desmentir lo dicho anteriormente, el pueblo de la Isla se encontraba en un estado tal de fraccionamiento que podía estimarse como peligrosísimo, a menos que se tomaran aquellas medidas drásticas que traerían resultados del todo impredecibles y que no podían tomarse con la pléyade de jefes sin preparación. A ello se suma la ambición desmedida de mando que conducía a la más desenfrenada anarquía e indisciplina en el conglomerado de hombres sobre las armas y, como consecuencia, el estado caótico reinante entre los elementos llamados pacíficos que habían hecho irrupción después de la disposición de Weyler.
Necesitaba la revolución una mano dura y hábil que pusiera coto a los males que se estaban padeciendo, pero ese tenía que ser quien tuviera una mentalidad clara y equilibrada, capaz de comprender la realidad y encauzar el fervor inagotable de los revolucionarios por la senda que fuera menos riesgosa hacia el logro de la independencia. ¿Alguien más a propósito que Calixto García?
El veterano oficial era bien conocido de las guerras pasadas era el único, según el criterio de la mayoría, que podía organizar y disciplinar a las bandas hasta ese momento anárquicas en que se estaba convirtiendo el Ejército Libertador en las provincias orientales.

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