En:
“Documentos para servir a la historia de la Guerra Chiquita” (Archivo Leandro
Rodríguez). Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, La Habana, 1949, Tomo
II, pág. 152 y 153
COMITÉ
REVOLUCIONARIO CUBANO
New
York 14 de julio de 1879.
Sr.
Leoncio Prado[1]
Distinguido
Sr. y amigo:
El
“Comité Revolucionario Cubano”, impuesto por mí del resultado de la entrevista
que, comisionado por él, tuvo el honor de celebrar con Vd., con objeto de que
se sirviese manifestarme lo cierto respecto de haber dispuesto del armamento
existente en Jamaica, que le fue entregado por el extinguido comité
revolucionario de la emigración de New York con el fin de auxiliar a los
cubanos en armas después del convenio del Zanjón; como asimismo lo tocante a
hallarse en posesión, para enviarlas al Perú, de las cuatrocientas mil cápsulas
pertenecientes a la revolución de Cuba, que conservaba en su poder el Mayor
General José Antonio Maceo, acordó en sesión de once del corriente, honrarme
con el encargo de dirigir a Vd., la presente comunicación[2].
El
Comité ha visto con especial complacencia la digna determinación de Vd., de no
usar el armamento de Jamaica a que aludí al principio, dando orden para que sea
entregado al Brigadier Gregorio Benítez, agente del Comité en aquella Isla, y
ofreciendo para el caso de que hubiese sido extraído de ella, devolverlo del
punto en que se hallare.
Satisfecho
el Comité de la pureza de los sentimientos que siempre animaron y animan a Vd.,
por el bien de la causa de Cuba, acreditados en un largo período de útiles y
constantes trabajos y servicios, ya por sí solo, ya como uno de sus miembros
más útiles y activos; se atreve a someter a la consideración de Vd.,los
perjuicios que se irrogarán a esa causa, a que con tanto amor hubo de
consagrarse, de privarla de las ventajas que le produciría en cualquier tiempo
la posesión de valioso recursos que, desde luego, constituyen par ella las
cuatrocientas mil cápsulas de que, según se dignó Vd., explicarme, hace por su
cuenta un gratuito presente a la República del Perú, el General José Antonio
Maceo, en cuyo poder se hallaban, como agente que fue en el exterior del último
Gobierno que existió en Cuba.
A
la ilustrada inteligencia de Vd., cree el comité no puede ocultarse que al
General Maceo no asiste derecho para distraer en ningún sentido, ni de modo
alguno, de su exclusivo objeto de servir a la revolución de Cuba, los elementos
de guerra que guardaba, únicamente, como simple depositario.
Tampoco
juzga que pueda Vd., desconocer que esos elementos, relativamente de gran valía
para Cuba, serían de muy poca significación para la República del Perú en la
lamentable contienda que actualmente sostiene con la de Chile.
El
Comité, que reconoce con profunda gratitud los servicios, así morales, como
materiales con que desde los primeros días del nacimiento de la República de
Cuba, le hizo la del Perú descollando en esta senda, entre todas las demás
naciones hermanas de la América Latina, entiende sin embargo, y espera que Ud.
lo estime justo, que a los cubanos, como colectividad, en una cuestión entre
dos Repúblicas hermanas, que lo son también de la de Cuba, no les es dado tomar
parte en ningún concepto que no sea el de mediadores o conciliadores, y que por
tanto el presente del General Maceo, en todo caso, deberá ser considerado como
acto particular suyo y no como demostración del pueblo cubano, aunque los
elementos de que ha dispuesto se hallasen en su poder, a virtud de haber tenido
en el exterior la representación de la República de Cuba.
El
Comité, que sinceramente ha lamentado la separación de Vd. de su seno, pero que
obrando en justicia, aplaude la pureza de patriotismo que en estos momentos le
impele a dar la preferencia a su patria nativa, no puede imaginarse que por
ello se halla disminuido su afecto y entusiasmo hacia la santa causa de la
libertad de los restos esclavizados de la América Latina, hiciéronle adoptar, y
espera que consecuente con ellos, tratará de evitar los resultados poco
favorables a la revolución de Cuba, que se originarán de privarla de los
elementos que custodiaba el General Maceo.
Bien
sabe el Comité que carece de derecho para solicitar que se le entreguen dichos
elementos; aunque, ocupándose como así duramente se ocupa con el beneplácito de
una gran parte de sus compatriotas, en el propósito decidido de llevar adelante
la revolución de Cuba, no dejaría de ser plausibles el ayudarle con ellos en su
intento. Empero, reduciéndose a los límites de sus facultades por la severa
línea de su deber, y contando ante todo con la lealtad de los sentimientos que
han guiado el proceder de Vd. respecto del armamento de Jamaica, se atreve a
encarecerle que, por lo menos, se sirva conservar las cuatrocientas mil
cápsulas, entregadas por el General Maceo, con destino al primer movimiento
revolucionario que inicie la prosecución de la guerra de independencia de Cuba,
a cuyo advenimiento no cabe en los cálculos políticos fijar un término de mayor
o menor proximidad, atendidas las circunstancias en que constituyen al país su
estado de malestar general, el de violeta excitación en que se encuentra, y el
resultado, más o menos inmediato, que vayan ofreciendo los incesantes esfuerzos
del Comité.
Tengo
el honor de saludar a Vd. con mi más alta consideración y afecto.
Patria
y Libertad
[1] Leoncio Prado Gutiérrez (Huánuco,
24 de agosto de 1853 - Huamachuco, 15 de julio de 1883) fue un marino peruano
que participó en diversas guerras contra España, en Cuba y Filipinas. Murió en
1883 al final de la Guerra del Pacífico, luego de la Batalla de Huamachuco. En
su memoria se han creado diversas instituciones peruanas como el Colegio
Militar Leoncio Prado. Su padre fue el presidente del Perú Mariano Ignacio
Prado y su hermano Manuel Prado Ugarteche también fue presidente de su país en
dos periodos.
[2]Las cápsulas se hallaban bajo la
custodia de Antonio Maceo y este las había entregado en junio de 1879 al
revolucionario peruano Leoncio Prado que marchaba a pelear a su país, entonces
en guerra con Chile. Para tomar esa decisión Maceo pensó que el inicio de la
lucha en Cuba tardaría por lo menos un año, sin embargo el estado de
preparación de la guerra estaba avanzando y en agosto de 1879 los orientales se
levantaron en armas.
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